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Las Hurdes, una efeméride para el siglo XXI

Fernando Bandrés, director del Centro de Estudios Gregorio Marañón

Es catedrático de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en análisis clínicos, así como en medicina legal y forense. Actualmente, también es presidente de la Fundación Tecnología y Salud, miembro del Consejo Académico del Instituto Universitario de Investigación Ortega – Marañón y miembro del Observatorio de Humanización de la Asistencia Sanitaria de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

El doce de marzo de 1922, Gregorio Marañón lee su discurso de ingreso como académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina, trató sobre: “El estado actual de la doctrina de las secreciones internas”. Unos días después, en la Semana Santa del mes de abril, inicia su viaje a Las Hurdes acompañado de los doctores Goyanes y Bardají, encargados por el gobierno a fin de elaborar un informe sobre la situación sanitaria y social de la comarca, lo que fue determinante para que el Rey Alfonso XIII realizara unas semanas después, en el mes de junio, junto a Marañón y otras personalidades, el mismo viaje para conocer de cerca el estado sanitario y social  de la comarca de Las Hurdes y, especialmente, de sus habitantes.

Este viaje tan deseado por Marañón tenía precedentes como el realizado por Unamuno en 1914[1] que quedó tan marcado en su memoria y en su alma, y así lo refiere en el artículo publicado en 1922 por El Liberal: “quien una vez vio aquello, nunca más podrá desdolerse de ello…” Años antes, en 1908, se había creado a instancias del Arzobispo de Plasencia, D. Francisco Jarrín, la sociedad llamada la Esperanza de Las Hurdes y convocado, también, el Congreso Jurdanófilo, que concitó un buen número de personalidades de la época, sensibilizadas por la situación sanitaria, social y económica de la comarca. Destacó la presencia y el trabajo del médico D. Ángel Pulido, senador y presidente del colegio de médicos, además de director general de Sanidad. El Dr. Pulido hizo una magnífica labor en favor de los “jurdanos” en el periodo 1908-1922, aunque todo era poco para aquella zona de nuestro país empobrecida, aislada y enferma, muy lejos de lo que etimología  dijo, en su día,  de Las Hurdes, “lavadero”, referido al lavado de sus tierras para obtener oro.

Así lo puso de manifiesto el poeta José Mª Gabriel y Galán en un poema de 17 estrofas casi dedicado al Rey Alfonso XIII y del que seleccionamos aquellas en las que con pluma brillante y emotiva, Gabriel y Galán hace el mejor de los diagnósticos posibles:

Señor: en tierras hermanas

de estas tierras castellanas

No viven vida de humanos

Nuestros míseros hermanos

De las montañas jurdanas

Dolor de cuantos los vieren,

mentis de los que mintieren,  

Aquí los parias están…

De hambre de alma se mueren

se mueren de hambre de pan

Tanta pena he contemplado

que unas veces he llorado 

con llantos de compasión,

y otras mi voz ha velado

gemidos de indignación  

Porque infama la negrura

de la siniestra figura

de hombres que hundidos están

en un sopor de incultura

con fiebre de hambre de pan 

Señor no soy un juglar .

Yo nunca rimo un cantar

Si no me lo pide amor

La patria me hizo vibrar…

¡ Patria sois también señor!

Marañon volvió a Las Hurdes para poner de manifiesto en su informe, no solo la ausencia de caminos, la infecundidad de la tierra o la ausencia de instrucción primaria, sino que indica de manera contundente: … estos problemas con ser tan graves, quedan alejados y oscurecidos ante la realidad angustiosa del estado médico de aquellas pobres gentes, que, en su casi totalidad, son enfermos graves y que parecen abandonados de las más elemental de las tutelas sanitarias”. 

El insigne periodista y escritor Luis Carandell en su Crónica de Crónicas [2] refiere como en 1922 Las Hurdes eran el “Tíbet Hispánico”. 8.000 habitantes en una región de pedregales con una mortalidad del 90/1000 habitantes (hoy es del 8.83 /1000 hab.) y un 90% de analfabetismo.

Una población con múltiples enfermedades, bocio, idiocia, cretinismo, enanismo cretínico, sordomudez, anemia, paludismo y tuberculosis. Pero la peor de las enfermedades que describen Marañon y Goyanes en su informe es “el hambre aguda “ [3], tanta que  Carandell describe : “Llamaban panaderos en Las Hurdes altas a quienes volvían al pueblo cargados con sacos de mendrugos de pan que habían recogido como limosna en las comarcas vecinas y así dar de comer a los suyos”.  El “pedior” era un mendigo profesional que recorría los pueblos y ferias pidiendo limosna. Estaba instalada y reconocida la “crianza mercenaria” para que las mujeres jurdanas pudieran sobrevivir, con sus familias, dando lactancia a los niños que les enviaban de las inclusas de Ciudad Rodrigo y Salamanca, por unas monedas al mes. Muchos niños no sobrevivían incluyendo los propios, pues competían por la lactancia de madres desnutridas y enfermas. Las alquerías, más que casas eran grutas o pocilgas.

En este marco social y sanitario Marañón concluye en su informe que: “…el problema jurdano es pura y simplemente un problema sanitario que a la sanidad pública toca por tanto corregir…”. Refiere también, como más relevante, el que hayan sido los médicos quienes habían puesto de manifiesto esta realidad tan dramática en la España de su tiempo. La repercusión social y política de este viaje fue extraordinaria, se creó la comisaria regia de las Hurdes así como el patronato, lo que permitió incorporar significativas mejoras sociales y sanitarias en la comarca .Tuvo lugar un debate nacional, por extensión, acerca de la España agraria, pues las Hurdes podían ser el pequeño resumen de muchas de las desdichas que se vivían en otras regiones del país. Hubo pues una llamada a la conciencia social de la nación.

Los informes, opiniones y autoridad del Dr. Marañon hicieron posible las mejoras que se sucedieron tiempo después .Fueron posibles gracias a la responsabilidad y testimonio de un médico comprometido con la dignidad del hombre en cualquiera de sus dimensiones, pues ella es un valor intrínseco de los humanos, en el orden del ser y del tener, algo tan valioso que no puede tener precio.  

Finalizó el viaje del Rey Alfonso XIII el 25 de junio de 1922, en breve hará cien años. El Dr. Marañón vivió en su tiempo y en el nuestro.


[1] Que cuenta en su libro Andanzas y visiones

[2] Publicado en el libro viaje a las Hurdes. Ed. El País Aguilar y Fundación Gregorio Marañón. 1993

[3] Refieren en su informe: “ al  pasar por los pueblos nos salían al paso masas enteras de jurdanos de todas las edades y se nos quejaban de una dolencia, siempre igual, que para abreviar calificamos pronto con el nombre de mal de las Hurdes. El enfermo afecto de este mal siente, a media mañana, cuando lleva algún tiempo de camino por los senderos que le conducen al huerto, o de trabajo en este, una sensación de agudo dolorimiento en el epigastrio, “como un perro “, “como una garra “; todo da vueltas en torno al enfermo y este se ve obligado a sentarse y aliviar la molestia, apretándose el vientre con las manos. El brevísimo almuerzo de medio día calma estos trastornos que reaparecen dos o tres horas más tarde. El diagnóstico de esta afección es elemental: se trata de hambre aguda “. Referido en el libro Viaje a las Hurdes, págs. 29-30.   Ed. El País Aguilar y Fundación Gregorio Marañón. 1993   

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Las Hurdes, una efeméride para el siglo XXI

Fernando Bandrés, director del Centro de Estudios Gregorio Marañón

Es catedrático de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en análisis clínicos, así como en medicina legal y forense. Actualmente, también es presidente de la Fundación Tecnología y Salud, miembro del Consejo Académico del Instituto Universitario de Investigación Ortega – Marañón y miembro del Observatorio de Humanización de la Asistencia Sanitaria de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

El doce de marzo de 1922, Gregorio Marañón lee su discurso de ingreso como académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina, trató sobre: “El estado actual de la doctrina de las secreciones internas”. Unos días después, en la Semana Santa del mes de abril, inicia su viaje a Las Hurdes acompañado de los doctores Goyanes y Bardají, encargados por el gobierno a fin de elaborar un informe sobre la situación sanitaria y social de la comarca, lo que fue determinante para que el Rey Alfonso XIII realizara unas semanas después, en el mes de junio, junto a Marañón y otras personalidades, el mismo viaje para conocer de cerca el estado sanitario y social  de la comarca de Las Hurdes y, especialmente, de sus habitantes.

Este viaje tan deseado por Marañón tenía precedentes como el realizado por Unamuno en 1914[1] que quedó tan marcado en su memoria y en su alma, y así lo refiere en el artículo publicado en 1922 por El Liberal: “quien una vez vio aquello, nunca más podrá desdolerse de ello…” Años antes, en 1908, se había creado a instancias del Arzobispo de Plasencia, D. Francisco Jarrín, la sociedad llamada la Esperanza de Las Hurdes y convocado, también, el Congreso Jurdanófilo, que concitó un buen número de personalidades de la época, sensibilizadas por la situación sanitaria, social y económica de la comarca. Destacó la presencia y el trabajo del médico D. Ángel Pulido, senador y presidente del colegio de médicos, además de director general de Sanidad. El Dr. Pulido hizo una magnífica labor en favor de los “jurdanos” en el periodo 1908-1922, aunque todo era poco para aquella zona de nuestro país empobrecida, aislada y enferma, muy lejos de lo que etimología  dijo, en su día,  de Las Hurdes, “lavadero”, referido al lavado de sus tierras para obtener oro.

Así lo puso de manifiesto el poeta José Mª Gabriel y Galán en un poema de 17 estrofas casi dedicado al Rey Alfonso XIII y del que seleccionamos aquellas en las que con pluma brillante y emotiva, Gabriel y Galán hace el mejor de los diagnósticos posibles:

Señor: en tierras hermanas

de estas tierras castellanas

No viven vida de humanos

Nuestros míseros hermanos

De las montañas jurdanas

Dolor de cuantos los vieren,

mentis de los que mintieren,  

Aquí los parias están…

De hambre de alma se mueren

se mueren de hambre de pan

Tanta pena he contemplado

que unas veces he llorado 

con llantos de compasión,

y otras mi voz ha velado

gemidos de indignación  

Porque infama la negrura

de la siniestra figura

de hombres que hundidos están

en un sopor de incultura

con fiebre de hambre de pan 

Señor no soy un juglar .

Yo nunca rimo un cantar

Si no me lo pide amor

La patria me hizo vibrar…

¡ Patria sois también señor!

Marañon volvió a Las Hurdes para poner de manifiesto en su informe, no solo la ausencia de caminos, la infecundidad de la tierra o la ausencia de instrucción primaria, sino que indica de manera contundente: … estos problemas con ser tan graves, quedan alejados y oscurecidos ante la realidad angustiosa del estado médico de aquellas pobres gentes, que, en su casi totalidad, son enfermos graves y que parecen abandonados de las más elemental de las tutelas sanitarias”. 

El insigne periodista y escritor Luis Carandell en su Crónica de Crónicas [2] refiere como en 1922 Las Hurdes eran el “Tíbet Hispánico”. 8.000 habitantes en una región de pedregales con una mortalidad del 90/1000 habitantes (hoy es del 8.83 /1000 hab.) y un 90% de analfabetismo.

Una población con múltiples enfermedades, bocio, idiocia, cretinismo, enanismo cretínico, sordomudez, anemia, paludismo y tuberculosis. Pero la peor de las enfermedades que describen Marañon y Goyanes en su informe es “el hambre aguda “ [3], tanta que  Carandell describe : “Llamaban panaderos en Las Hurdes altas a quienes volvían al pueblo cargados con sacos de mendrugos de pan que habían recogido como limosna en las comarcas vecinas y así dar de comer a los suyos”.  El “pedior” era un mendigo profesional que recorría los pueblos y ferias pidiendo limosna. Estaba instalada y reconocida la “crianza mercenaria” para que las mujeres jurdanas pudieran sobrevivir, con sus familias, dando lactancia a los niños que les enviaban de las inclusas de Ciudad Rodrigo y Salamanca, por unas monedas al mes. Muchos niños no sobrevivían incluyendo los propios, pues competían por la lactancia de madres desnutridas y enfermas. Las alquerías, más que casas eran grutas o pocilgas.

En este marco social y sanitario Marañón concluye en su informe que: “…el problema jurdano es pura y simplemente un problema sanitario que a la sanidad pública toca por tanto corregir…”. Refiere también, como más relevante, el que hayan sido los médicos quienes habían puesto de manifiesto esta realidad tan dramática en la España de su tiempo. La repercusión social y política de este viaje fue extraordinaria, se creó la comisaria regia de las Hurdes así como el patronato, lo que permitió incorporar significativas mejoras sociales y sanitarias en la comarca .Tuvo lugar un debate nacional, por extensión, acerca de la España agraria, pues las Hurdes podían ser el pequeño resumen de muchas de las desdichas que se vivían en otras regiones del país. Hubo pues una llamada a la conciencia social de la nación.

Los informes, opiniones y autoridad del Dr. Marañon hicieron posible las mejoras que se sucedieron tiempo después .Fueron posibles gracias a la responsabilidad y testimonio de un médico comprometido con la dignidad del hombre en cualquiera de sus dimensiones, pues ella es un valor intrínseco de los humanos, en el orden del ser y del tener, algo tan valioso que no puede tener precio.  

Finalizó el viaje del Rey Alfonso XIII el 25 de junio de 1922, en breve hará cien años. El Dr. Marañón vivió en su tiempo y en el nuestro.


[1] Que cuenta en su libro Andanzas y visiones

[2] Publicado en el libro viaje a las Hurdes. Ed. El País Aguilar y Fundación Gregorio Marañón. 1993

[3] Refieren en su informe: “ al  pasar por los pueblos nos salían al paso masas enteras de jurdanos de todas las edades y se nos quejaban de una dolencia, siempre igual, que para abreviar calificamos pronto con el nombre de mal de las Hurdes. El enfermo afecto de este mal siente, a media mañana, cuando lleva algún tiempo de camino por los senderos que le conducen al huerto, o de trabajo en este, una sensación de agudo dolorimiento en el epigastrio, “como un perro “, “como una garra “; todo da vueltas en torno al enfermo y este se ve obligado a sentarse y aliviar la molestia, apretándose el vientre con las manos. El brevísimo almuerzo de medio día calma estos trastornos que reaparecen dos o tres horas más tarde. El diagnóstico de esta afección es elemental: se trata de hambre aguda “. Referido en el libro Viaje a las Hurdes, págs. 29-30.   Ed. El País Aguilar y Fundación Gregorio Marañón. 1993   

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