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¿Es la inteligencia artificial un avance o un retroceso?

Gonzalo Martinez Abad. Estudiante de quinto curso de Medicina del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. U. Complutense

En un mundo en el que no queda casi nada por inventar ni descubrir, la inteligencia artificial y la programación determinan mediante complejos algoritmos quién ganará el Mundial de fútbol o cuál será el país dominante del mundo en un futuro (según muchos expertos, sería la India).

Hace poco se filtró en las redes sociales una canción recreada con la voz de dos de mis artistas favoritos, Drake y The Weeknd, creada por la IA, la cual fue muy bien recibida por la opinión pública, pero que demuestra el creciente y progresivo poder de las tecnologías, las cuales debemos controlar y vigilar ante el riesgo de ser totalmente dependientes de ellas en un futuro.

Así, todo suceso puede definirse y explicarse según la IA. Todo menos algo tan inexplicable como la creación del universo. Nuestro mundo y cómo se formó queda vacío de autoría y es, en este punto, en el que nacen las religiones y las diferentes corrientes filosóficas.

En el mundo de la medicina, la tecnología va cobrando mayor protagonismo a partir de avances como la reconstrucción de un modelo de corazón con ritmo pulsátil y automático hasta la minuciosidad del Da Vinci en un quirófano, reduciendo la tasa de errores derivados de la asistencia sanitaria realizada por el médico.

¿Cuáles son las posibilidades de aplicación en el campo de la medicina?
Según un reciente artículo de The New York Times, el sistema de la IA, ya aplicado en la reputada Cleveland Clinic de Abu Dabi, es capaz de transcribir las notas clínicas de un facultativo y elaborar un informe médico con un lenguaje preciso y entendible para el paciente. Puede organizar pruebas diagnósticas e, incluso, solicitarlas él mismo, y puede aplicarse en investigación, en educación sanitaria, en prevención, o utilizarse como gestor de las listas de espera quirúrgica, por ejemplo, priorizando a aquellos que precisan de cirugía preferente.

Quién sabe si en un futuro la IA transforme radicalmente la sanidad de todo el mundo y se pierda el protagonismo del sanitario, a costa de reducir errores en su actividad asistencial y lograr un mayor desarrollo de la asistencia sanitaria, pero al mismo tiempo, perdiendo el carácter humanitario que ofrece un el trabajo de un sanitario y que, en mi opinión, no es sustituible por el procesamiento de un complejo sistema informático.

¿Qué peligro alberga la entrada de la tecnología de la IA en nuestras vidas?
Sin embargo, por muy inteligentes que lleguen a ser las futuras inteligencias artificiales nunca serán iguales a las inteligencias humanas, ya que el desarrollo mental que requiere toda inteligencia compleja depende de las interacciones con el entorno y estas interacciones dependen, a su vez, del cuerpo, en particular del sistema perceptivo y del sistema motor. Ello, junto al hecho de que las máquinas no seguirán procesos de socialización y culturización como los nuestros, incide todavía más en que, por muy sofisticadas que lleguen a ser, serán inteligencias distintas a las nuestras. El que sean inteligencias ajenas a la humana y, por lo tanto, ajenas a los valores y necesidades humanas nos debería hacer reflexionar sobre posibles limitaciones éticas al desarrollo de la IA.

Actualmente, los algoritmos en que se basan las búsquedas en internet, los sistemas de recomendación y los asistentes personales de nuestros teléfonos móviles conocen bastante bien lo que hacemos, nuestras preferencias e incluso pueden llegar a interferir en lo que pensamos y cómo nos sentimos. El acceso a cantidades masivas de información, que voluntariamente generamos, es fundamental para que esto sea posible, ya que mediante el análisis de estos datos provenientes de fuentes diversas es posible encontrar relaciones y patrones que serían imposibles de detectar sin las técnicas de IA. Todo conlleva una pérdida grave de nuestra privacidad. Para evitarlo deberíamos tener derecho a controlar su uso y decidir a quién le permitimos el acceso, en lugar de que estén en manos de grandes corporaciones, sin poder saber realmente qué uso hacen de nuestros datos.

Conclusión
El camino hacia la IA realmente inteligente seguirá siendo un proceso largo y difícil, dado que, al fin y al cabo, la IA acaba de empezar a gatear y, como señaló el gran Gabriel García Márquez: ¨Desde la aparición de la vida en la Tierra debieron de transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos fuéramos capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor¨.

Como conclusión, le ofrezco a usted, lector, esta sugerente pregunta: ¿Acaso el futuro abre la puerta hacia un mayor desarrollo intelectual o será el de mayor pobreza creativa y de originalidad, al delegar toda la actividad mental a un cerebro digital llamado IA?

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¿Es la inteligencia artificial un avance o un retroceso?

Gonzalo Martinez Abad. Estudiante de quinto curso de Medicina del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. U. Complutense

En un mundo en el que no queda casi nada por inventar ni descubrir, la inteligencia artificial y la programación determinan mediante complejos algoritmos quién ganará el Mundial de fútbol o cuál será el país dominante del mundo en un futuro (según muchos expertos, sería la India).

Hace poco se filtró en las redes sociales una canción recreada con la voz de dos de mis artistas favoritos, Drake y The Weeknd, creada por la IA, la cual fue muy bien recibida por la opinión pública, pero que demuestra el creciente y progresivo poder de las tecnologías, las cuales debemos controlar y vigilar ante el riesgo de ser totalmente dependientes de ellas en un futuro.

Así, todo suceso puede definirse y explicarse según la IA. Todo menos algo tan inexplicable como la creación del universo. Nuestro mundo y cómo se formó queda vacío de autoría y es, en este punto, en el que nacen las religiones y las diferentes corrientes filosóficas.

En el mundo de la medicina, la tecnología va cobrando mayor protagonismo a partir de avances como la reconstrucción de un modelo de corazón con ritmo pulsátil y automático hasta la minuciosidad del Da Vinci en un quirófano, reduciendo la tasa de errores derivados de la asistencia sanitaria realizada por el médico.

¿Cuáles son las posibilidades de aplicación en el campo de la medicina?
Según un reciente artículo de The New York Times, el sistema de la IA, ya aplicado en la reputada Cleveland Clinic de Abu Dabi, es capaz de transcribir las notas clínicas de un facultativo y elaborar un informe médico con un lenguaje preciso y entendible para el paciente. Puede organizar pruebas diagnósticas e, incluso, solicitarlas él mismo, y puede aplicarse en investigación, en educación sanitaria, en prevención, o utilizarse como gestor de las listas de espera quirúrgica, por ejemplo, priorizando a aquellos que precisan de cirugía preferente.

Quién sabe si en un futuro la IA transforme radicalmente la sanidad de todo el mundo y se pierda el protagonismo del sanitario, a costa de reducir errores en su actividad asistencial y lograr un mayor desarrollo de la asistencia sanitaria, pero al mismo tiempo, perdiendo el carácter humanitario que ofrece un el trabajo de un sanitario y que, en mi opinión, no es sustituible por el procesamiento de un complejo sistema informático.

¿Qué peligro alberga la entrada de la tecnología de la IA en nuestras vidas?
Sin embargo, por muy inteligentes que lleguen a ser las futuras inteligencias artificiales nunca serán iguales a las inteligencias humanas, ya que el desarrollo mental que requiere toda inteligencia compleja depende de las interacciones con el entorno y estas interacciones dependen, a su vez, del cuerpo, en particular del sistema perceptivo y del sistema motor. Ello, junto al hecho de que las máquinas no seguirán procesos de socialización y culturización como los nuestros, incide todavía más en que, por muy sofisticadas que lleguen a ser, serán inteligencias distintas a las nuestras. El que sean inteligencias ajenas a la humana y, por lo tanto, ajenas a los valores y necesidades humanas nos debería hacer reflexionar sobre posibles limitaciones éticas al desarrollo de la IA.

Actualmente, los algoritmos en que se basan las búsquedas en internet, los sistemas de recomendación y los asistentes personales de nuestros teléfonos móviles conocen bastante bien lo que hacemos, nuestras preferencias e incluso pueden llegar a interferir en lo que pensamos y cómo nos sentimos. El acceso a cantidades masivas de información, que voluntariamente generamos, es fundamental para que esto sea posible, ya que mediante el análisis de estos datos provenientes de fuentes diversas es posible encontrar relaciones y patrones que serían imposibles de detectar sin las técnicas de IA. Todo conlleva una pérdida grave de nuestra privacidad. Para evitarlo deberíamos tener derecho a controlar su uso y decidir a quién le permitimos el acceso, en lugar de que estén en manos de grandes corporaciones, sin poder saber realmente qué uso hacen de nuestros datos.

Conclusión
El camino hacia la IA realmente inteligente seguirá siendo un proceso largo y difícil, dado que, al fin y al cabo, la IA acaba de empezar a gatear y, como señaló el gran Gabriel García Márquez: ¨Desde la aparición de la vida en la Tierra debieron de transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos fuéramos capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor¨.

Como conclusión, le ofrezco a usted, lector, esta sugerente pregunta: ¿Acaso el futuro abre la puerta hacia un mayor desarrollo intelectual o será el de mayor pobreza creativa y de originalidad, al delegar toda la actividad mental a un cerebro digital llamado IA?

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