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Reflexiones sobre la crítica de arte contemporánea junto a Ortega

Con motivo del centenario de La deshumanización del arte, ensayo de José Ortega y Gasset publicado en 1925 con los textos «Ideas sobre la novela» y «El arte en presente y en pretérito», el Centro de Estudios Orteguianos de la Fundación Ortega-Marañón organizó la mesa redonda titulada Sobre la crítica de arte.

Pocos días después de la Semana del Arte de Madrid, marcada por grandes acontecimientos como la feria ARCO, un intercambio de ideas sobre el arte contemporáneo resulta aún más pertinente.

En el debate participaron María Marco, escritora y jefa de la sección de arte de El Cultural, la divulgadora y experta en arte Raquel Sáez, el crítico independiente Luis Francisco Pérez y Víctor del Río, decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca.

Si en su ensayo Ortega evocó una ruptura brutal con la tradición más académica del arte de vanguardia, provocando que éste se volviera «impopular», lo mismo sucede un siglo después, dada la dificultad de educar al público general en estas formas artísticas.

Según Ortega, el arte contemporáneo, impulsado por movimientos como el dadaísmo, el fauvismo o el cubismo en la primera mitad del siglo XX, sólo representa las ideas puras de los artistas; dejando de lado la emoción, la figura humana y las pasiones. De este modo, el arte ya no se dirigía a los individuos en general, sino a una élite intelectual, a aquellos con acceso a la comprensión de lo puramente conceptual.

El papel del crítico adquiere aún más importancia al mediar de forma radical entre la obra y el público en un contexto de creencia en el elitismo del arte. Durante la mesa redonda surge la cuestión última: qué es un crítico de arte. Lejos de ser un acto de destrucción, la crítica consiste en una traducción de la obra que debe estimular el pensamiento del público. Es lo que permite la liberación de la interpretación personal, sin que entren en juego el desprestigio de la obra o una necesidad de determinado nivel intelectual.

Para comprender la relevancia cultural de la crítica de arte, la discusión giró en torno a la visión de esta como disciplina en la actualidad. Ortega, junto a otros intelectuales y artistas, ya planteó en su momento lo que es hoy una realidad común. Una obra de arte es, como dice Kandinsky, «hija de su tiempo». Ocupa su lugar en el mundo en función de su contexto, su circunstancia de arte.

Siguiendo los pasos de estas ideas, es importante reconsiderar el propio acceso a los contenidos del arte. «Sin esnobismos», la obra exige un esfuerzo por parte del público. No es un fallo ni un exceso de cultura, es sólo apertura mental. Cada época tiene su propia interpretación, condicionada históricamente por los recursos de que disponemos en un momento dado.

La crítica de arte no es una demostración técnica, es un acto sociológico. En una época marcada por la «diversidad de gustos», como la describieron los ponentes, la crítica es un filtro que da voz al arte y a su verdad, y ello porque, en palabras de Raquel Sáez, «el arte tiene verdad, y la verdad es eterna».

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Reflexiones sobre la crítica de arte contemporánea junto a Ortega

Con motivo del centenario de La deshumanización del arte, ensayo de José Ortega y Gasset publicado en 1925 con los textos «Ideas sobre la novela» y «El arte en presente y en pretérito», el Centro de Estudios Orteguianos de la Fundación Ortega-Marañón organizó la mesa redonda titulada Sobre la crítica de arte.

Pocos días después de la Semana del Arte de Madrid, marcada por grandes acontecimientos como la feria ARCO, un intercambio de ideas sobre el arte contemporáneo resulta aún más pertinente.

En el debate participaron María Marco, escritora y jefa de la sección de arte de El Cultural, la divulgadora y experta en arte Raquel Sáez, el crítico independiente Luis Francisco Pérez y Víctor del Río, decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca.

Si en su ensayo Ortega evocó una ruptura brutal con la tradición más académica del arte de vanguardia, provocando que éste se volviera «impopular», lo mismo sucede un siglo después, dada la dificultad de educar al público general en estas formas artísticas.

Según Ortega, el arte contemporáneo, impulsado por movimientos como el dadaísmo, el fauvismo o el cubismo en la primera mitad del siglo XX, sólo representa las ideas puras de los artistas; dejando de lado la emoción, la figura humana y las pasiones. De este modo, el arte ya no se dirigía a los individuos en general, sino a una élite intelectual, a aquellos con acceso a la comprensión de lo puramente conceptual.

El papel del crítico adquiere aún más importancia al mediar de forma radical entre la obra y el público en un contexto de creencia en el elitismo del arte. Durante la mesa redonda surge la cuestión última: qué es un crítico de arte. Lejos de ser un acto de destrucción, la crítica consiste en una traducción de la obra que debe estimular el pensamiento del público. Es lo que permite la liberación de la interpretación personal, sin que entren en juego el desprestigio de la obra o una necesidad de determinado nivel intelectual.

Para comprender la relevancia cultural de la crítica de arte, la discusión giró en torno a la visión de esta como disciplina en la actualidad. Ortega, junto a otros intelectuales y artistas, ya planteó en su momento lo que es hoy una realidad común. Una obra de arte es, como dice Kandinsky, «hija de su tiempo». Ocupa su lugar en el mundo en función de su contexto, su circunstancia de arte.

Siguiendo los pasos de estas ideas, es importante reconsiderar el propio acceso a los contenidos del arte. «Sin esnobismos», la obra exige un esfuerzo por parte del público. No es un fallo ni un exceso de cultura, es sólo apertura mental. Cada época tiene su propia interpretación, condicionada históricamente por los recursos de que disponemos en un momento dado.

La crítica de arte no es una demostración técnica, es un acto sociológico. En una época marcada por la «diversidad de gustos», como la describieron los ponentes, la crítica es un filtro que da voz al arte y a su verdad, y ello porque, en palabras de Raquel Sáez, «el arte tiene verdad, y la verdad es eterna».

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