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La FOM y la Fundación Lilly presentan en el Instituto Cervantes el número dedicado a la Ciencia compartida en español

Durante la presentación los autores reivindican la comunicación científica en español para poder afrontar los avances científicos y tecnológicos del futuro.

Madrid, 31 de enero de 2020.- Una lengua incapaz de expresar correctamente los nuevos conceptos e ideas fruto del avance científico será un idioma que renuncie al futuro. Y el español, a pesar de partir de una situación de mala salud en este aspecto, aún está a tiempo de evitarlo. Así lo han asegurado, en la sede del Instituto Cervantes de Madrid, los participantes en la presentación del número 463 de la Revista de Occidente «La ciencia compartida en español», coordinado por la Fundación Lilly, en colaboración con la Fundación Ortega-Marañón.

Tal y como señala el director de la Fundación Lilly, José Antonio Sacristán, debemos preguntarnos cuál es el futuro de una lengua que vive de espaldas a la ciencia: “Ese es precisamente el gran problema de la lengua española. Hoy, más que nunca, en la sociedad del conocimiento, el futuro viene determinado por los avances científicos y tecnológicos. Una lengua sin ciencia es una lengua incompleta, y una cultura sin lenguaje científico es una cultura sin futuro”. Por ello, resulta fundamental impulsar el uso del español en las publicaciones científicas, objetivo de este ejemplar de la Revista de Occidente. “Este número trata intereses comunes de ambas instituciones, como son la promoción de la ciencia y de la divulgación científica en español”, señala Fernando R. Lafuente, secretario de redacción de la Revista de Occidente de la Fundación Ortega-Marañón.

Durante el acto, especialistas como Francisco Javier Puerto Sarmiento, académico de las Reales Academias de la Historia y Nacional de Farmacia, han enumerado algunas posibles soluciones como la creación de foros de discusión, como trata de ser este ejemplar de la Revista de Occidente; iniciativas de la sociedad civil, como MEDES-MEDicina en ESpañol; la presión suficiente para que las instituciones públicas españolas se den cuenta de lo imprescindible de integrar el lenguaje científico en nuestro lenguaje, no representado sólo por anglicismos, y la necesidad de formar grupos editoriales científicos en español.

La publicación académica en español

La producción científica en español es relevante tanto en cifras como en calidad, teniendo en cuenta las diferencias entre países, y las cifras del mercado editorial de libros en esta lengua son extraordinarias. Sin embargo, indica Elea Giménez Toledo, científica titular del CSIC, “el esfuerzo de la industria editorial no es visible en los análisis sobre el desempeño de la actividad científica en nuestro país o en países de habla hispana”.

Ello se debe a que se valora y reconoce más aquello que se publica en revistas científicas internacionales e indexadas en la Web of Science y en Scopus. Por esta razón, “además de la cobertura de las bases de datos y las diversas formas de producción científica, la ciencia publicada en español es, en cierto modo, minusvalorada”. También influye la enorme tensión que se produce entre el potente mercado editorial de las grandes compañías del ámbito anglosajón y los mercados editoriales nacionales, “compuesto de empresas más pequeñas y con estructuras más frágiles, aunque garantes de la diversidad de contenidos científicos relevantes”.

Por ello, esta investigadora insiste en la necesidad de considerar en el impacto otros canales de publicación científica además de las revistas científicas de perfil internacional como son las revistas científicas nacionales y los libros académicos. “No toda la ciencia se comunica a través de revistas de perfil internacional e indexadas en bases de datos internacionales”.

Solo se podrá lograr que estos canales sean considerados por informes y estadísticas de producción científica y por medios de comunicación contando con datos, fuentes de información y estudios que hagan visible la ciencia que se publica en libros. “Y, por supuesto, con voluntad política para que esto ocurra. Es necesario que los gestores de política científica, los productores de informes y estadísticas y los periodistas incluyan los libros académicos como una forma más de producción científica y, en consecuencia, los consideren en sus actuaciones”, reivindica Elea Giménez.

La divulgación científica en español en la actualidad

En opinión del periodista científico y escritor Antonio Calvo Roy, la ciencia compartida en español se encuentra mejor de lo que parece, aunque peor de lo que debería. “La relación directa entre financiación y producción científica hace que sea con frecuencia algo renqueante”, asegura. Tampoco ayuda a que se comparta ciencia en español la necesidad de publicar en inglés para que se reconozcan los méritos investigadores. “La ciencia en español circula menos y por carriles más estrechos que la compartida en inglés, incluso la que está hecha por autores españoles”, comenta este experto.

A este respecto, asegura que no tiene sentido renunciar al inglés como lengua internacional de comunicación científica, “pero eso no debe significar abandonar nuestro idioma para contarnos, entre nosotros y al resto del mundo, la ciencia que hacemos”, indica. Además, “las publicaciones en nuestro idioma han de ser también consideradas como méritos en igualdad de condiciones con las publicaciones en inglés, siempre que los lugares donde se publique reúnan los requisitos que se exigen a las publicaciones de calidad”.

Porque la ciencia ha de comunicarse en inglés, pero también en español. “Y, además, ha de hacerse divulgación de la ciencia —esa sí, en español— para contar a nuestros conciudadanos cómo es el mundo que habitamos”. Pero no basta con que se publique ciencia en español, sino que “ha de hacerse en un idioma que no sea rehén de los diversos barbarismos que con tanta frecuencia vemos, tanto léxicos como sintácticos”.

El inglés, lengua franca de la ciencia

Por su parte, Francisco Javier Puerto Sarmiento explica el origen de por qué el inglés parece haber sido tomado como el idioma universal de la ciencia y los negocios. “Se convirtió en lengua franca para la ciencia después de la Segunda Guerra Mundial. Durante la misma se desarrollaron los proyectos Manhattan para la fabricación de la bomba atómica y el encaminado a la fabricación industrial de la penicilina”, señala. Tras ella, y alcanzado un estadio de superioridad científico-tecnológico-político absoluto, “las empresas norteamericanas fueron claves en la investigación científico-tecnológica y sus centros de investigación atrajeron y atraen a los mejor de la joven investigación internacional”.

Por otra parte, comenta, la mayoría de los gobiernos occidentales copian sus métodos y formas de enseñanza y la manera de establecer criterios para juzgar a sus investigadores y otorgar sus fondos de investigación, además de considerar casi obligatoria la estancia en sus centros formativos, “con lo cual, no solo la lengua, también los usos, costumbres, virtudes y vicios de la comunidad científica son similares a la americana y el idioma imprescindible de intercambio es el inglés”.

Revista de Occidente, publicación clave para la divulgación científica en español

Desde su creación en julio de 1923, y a lo largo de sus cuatro épocas, para la Revista de Occidente la divulgación de la ciencia en español ha sido crucial, desde la perspectiva de una publicación de ciencias sociales, pensamiento y humanidades. “De manera especial en el cuidado de traer al lector en español las traducciones de eminentes científicos extranjeros, labor que se ha incrementado notablemente desde que la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón forman una sola fundación”, indica Fernando R. Lafuente.

Esta colaboración con la Fundación Lilly es la confluencia de intereses comunes, como la promoción de la ciencia en español, la divulgación científica en español y la asunción de una realidad que, a veces, se ignora: nuestro idioma hoy ocupa un destacado lugar en el panorama internacional. La clave es internacionalizar la ciencia en español y que, desde España como desde el resto de países hispanohablantes, ese espacio que el escritor Carlos Fuentes definió como «el territorio de La Mancha», albergue también una profunda dedicación a proyectar la ciencia escrita en español. “De ahí que este número para la Revista constituya un capítulo singular de enorme relevancia», concluye.

Fundación Lilly: 20 años #InspirandoCiencia

La Fundación Lilly, que este año celebra su 20º aniversario, tiene como objetivo contribuir al fomento de la ciencia, al impulso de la medicina y a la promoción del humanismo médico. En el área de ciencia, anualmente convoca los Premios de Investigación Biomédica, las Citas con la Ciencia y apoya diversas acciones de divulgación científica. En el de medicina, destacan iniciativas como la Cátedra de Educación Médica, MEDES – MEDicina en ESpañol o su programa de gestión sanitaria. La iniciativa Medicina Centrada en el Paciente, y las actividades, en torno a la figura del médico y humanista español Andrés Laguna o la difusión del legado de William Osler centran el área del humanismo médico.

Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM)

La Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM) es una institución privada sin ánimo de lucro, inspirada en el espíritu liberal y el legado intelectual de sus titulares, así como en la relevancia que ambos tuvieron para la sociedad de su tiempo. Nacida en 2010, como fruto de la fusión de la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón (constituidas en 1978 y 1988 respectivamente), su labor tiene proyección nacional internacional, principalmente en Europa y América. Su actividad se centra en la formación de posgrado, en la investigación y la promoción cultural con un carácter marcadamente interdisciplinar. También cumple una importante labor de think tank convirtiéndose en espacio de encuentro para el debate, el análisis y la difusión del conocimiento siempre desde una perspectiva (etiquetas). Otro de sus objetivos prioritarios es la conservación de los legados y divulgación de la vigencia del pensamiento de sus titulares.

Revista de Occidente

Hoy casi centenaria, la Revista de Occidente fue fundada en 1923 por José Ortega y Gasset para que sirviera de elemento aglutinador y dinamizador de las corrientes de pensamiento y culturales de la época. Casi desde su primera aparición se convertiría en la más influyente y prestigiosa publicación de su género, no solo en nuestro país, sino también en todos los países de habla española. La Revista, que se ha mantenido fiel en lo fundamental al diseño de sus primeros tiempos, sigue siendo, también como en sus orígenes, una publicación de alta divulgación científica y cultural, de carácter abierto y plural, y dedica una atención preferente a las ciencias sociales, las humanidades y la creación literaria y artística, con una mayoría de números monográficos.

En la fotografía, de izquierda a derecha: Antonio Calvo Roy, Fernando R. Lafuente, Carmen Noguero, Elea Giménez, Lucía Sala Silveira, Francisco Javier Puerto y José Antonio Sacristán.

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La FOM y la Fundación Lilly presentan en el Instituto Cervantes el número dedicado a la Ciencia compartida en español

Durante la presentación los autores reivindican la comunicación científica en español para poder afrontar los avances científicos y tecnológicos del futuro.

Madrid, 31 de enero de 2020.- Una lengua incapaz de expresar correctamente los nuevos conceptos e ideas fruto del avance científico será un idioma que renuncie al futuro. Y el español, a pesar de partir de una situación de mala salud en este aspecto, aún está a tiempo de evitarlo. Así lo han asegurado, en la sede del Instituto Cervantes de Madrid, los participantes en la presentación del número 463 de la Revista de Occidente «La ciencia compartida en español», coordinado por la Fundación Lilly, en colaboración con la Fundación Ortega-Marañón.

Tal y como señala el director de la Fundación Lilly, José Antonio Sacristán, debemos preguntarnos cuál es el futuro de una lengua que vive de espaldas a la ciencia: “Ese es precisamente el gran problema de la lengua española. Hoy, más que nunca, en la sociedad del conocimiento, el futuro viene determinado por los avances científicos y tecnológicos. Una lengua sin ciencia es una lengua incompleta, y una cultura sin lenguaje científico es una cultura sin futuro”. Por ello, resulta fundamental impulsar el uso del español en las publicaciones científicas, objetivo de este ejemplar de la Revista de Occidente. “Este número trata intereses comunes de ambas instituciones, como son la promoción de la ciencia y de la divulgación científica en español”, señala Fernando R. Lafuente, secretario de redacción de la Revista de Occidente de la Fundación Ortega-Marañón.

Durante el acto, especialistas como Francisco Javier Puerto Sarmiento, académico de las Reales Academias de la Historia y Nacional de Farmacia, han enumerado algunas posibles soluciones como la creación de foros de discusión, como trata de ser este ejemplar de la Revista de Occidente; iniciativas de la sociedad civil, como MEDES-MEDicina en ESpañol; la presión suficiente para que las instituciones públicas españolas se den cuenta de lo imprescindible de integrar el lenguaje científico en nuestro lenguaje, no representado sólo por anglicismos, y la necesidad de formar grupos editoriales científicos en español.

La publicación académica en español

La producción científica en español es relevante tanto en cifras como en calidad, teniendo en cuenta las diferencias entre países, y las cifras del mercado editorial de libros en esta lengua son extraordinarias. Sin embargo, indica Elea Giménez Toledo, científica titular del CSIC, “el esfuerzo de la industria editorial no es visible en los análisis sobre el desempeño de la actividad científica en nuestro país o en países de habla hispana”.

Ello se debe a que se valora y reconoce más aquello que se publica en revistas científicas internacionales e indexadas en la Web of Science y en Scopus. Por esta razón, “además de la cobertura de las bases de datos y las diversas formas de producción científica, la ciencia publicada en español es, en cierto modo, minusvalorada”. También influye la enorme tensión que se produce entre el potente mercado editorial de las grandes compañías del ámbito anglosajón y los mercados editoriales nacionales, “compuesto de empresas más pequeñas y con estructuras más frágiles, aunque garantes de la diversidad de contenidos científicos relevantes”.

Por ello, esta investigadora insiste en la necesidad de considerar en el impacto otros canales de publicación científica además de las revistas científicas de perfil internacional como son las revistas científicas nacionales y los libros académicos. “No toda la ciencia se comunica a través de revistas de perfil internacional e indexadas en bases de datos internacionales”.

Solo se podrá lograr que estos canales sean considerados por informes y estadísticas de producción científica y por medios de comunicación contando con datos, fuentes de información y estudios que hagan visible la ciencia que se publica en libros. “Y, por supuesto, con voluntad política para que esto ocurra. Es necesario que los gestores de política científica, los productores de informes y estadísticas y los periodistas incluyan los libros académicos como una forma más de producción científica y, en consecuencia, los consideren en sus actuaciones”, reivindica Elea Giménez.

La divulgación científica en español en la actualidad

En opinión del periodista científico y escritor Antonio Calvo Roy, la ciencia compartida en español se encuentra mejor de lo que parece, aunque peor de lo que debería. “La relación directa entre financiación y producción científica hace que sea con frecuencia algo renqueante”, asegura. Tampoco ayuda a que se comparta ciencia en español la necesidad de publicar en inglés para que se reconozcan los méritos investigadores. “La ciencia en español circula menos y por carriles más estrechos que la compartida en inglés, incluso la que está hecha por autores españoles”, comenta este experto.

A este respecto, asegura que no tiene sentido renunciar al inglés como lengua internacional de comunicación científica, “pero eso no debe significar abandonar nuestro idioma para contarnos, entre nosotros y al resto del mundo, la ciencia que hacemos”, indica. Además, “las publicaciones en nuestro idioma han de ser también consideradas como méritos en igualdad de condiciones con las publicaciones en inglés, siempre que los lugares donde se publique reúnan los requisitos que se exigen a las publicaciones de calidad”.

Porque la ciencia ha de comunicarse en inglés, pero también en español. “Y, además, ha de hacerse divulgación de la ciencia —esa sí, en español— para contar a nuestros conciudadanos cómo es el mundo que habitamos”. Pero no basta con que se publique ciencia en español, sino que “ha de hacerse en un idioma que no sea rehén de los diversos barbarismos que con tanta frecuencia vemos, tanto léxicos como sintácticos”.

El inglés, lengua franca de la ciencia

Por su parte, Francisco Javier Puerto Sarmiento explica el origen de por qué el inglés parece haber sido tomado como el idioma universal de la ciencia y los negocios. “Se convirtió en lengua franca para la ciencia después de la Segunda Guerra Mundial. Durante la misma se desarrollaron los proyectos Manhattan para la fabricación de la bomba atómica y el encaminado a la fabricación industrial de la penicilina”, señala. Tras ella, y alcanzado un estadio de superioridad científico-tecnológico-político absoluto, “las empresas norteamericanas fueron claves en la investigación científico-tecnológica y sus centros de investigación atrajeron y atraen a los mejor de la joven investigación internacional”.

Por otra parte, comenta, la mayoría de los gobiernos occidentales copian sus métodos y formas de enseñanza y la manera de establecer criterios para juzgar a sus investigadores y otorgar sus fondos de investigación, además de considerar casi obligatoria la estancia en sus centros formativos, “con lo cual, no solo la lengua, también los usos, costumbres, virtudes y vicios de la comunidad científica son similares a la americana y el idioma imprescindible de intercambio es el inglés”.

Revista de Occidente, publicación clave para la divulgación científica en español

Desde su creación en julio de 1923, y a lo largo de sus cuatro épocas, para la Revista de Occidente la divulgación de la ciencia en español ha sido crucial, desde la perspectiva de una publicación de ciencias sociales, pensamiento y humanidades. “De manera especial en el cuidado de traer al lector en español las traducciones de eminentes científicos extranjeros, labor que se ha incrementado notablemente desde que la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón forman una sola fundación”, indica Fernando R. Lafuente.

Esta colaboración con la Fundación Lilly es la confluencia de intereses comunes, como la promoción de la ciencia en español, la divulgación científica en español y la asunción de una realidad que, a veces, se ignora: nuestro idioma hoy ocupa un destacado lugar en el panorama internacional. La clave es internacionalizar la ciencia en español y que, desde España como desde el resto de países hispanohablantes, ese espacio que el escritor Carlos Fuentes definió como «el territorio de La Mancha», albergue también una profunda dedicación a proyectar la ciencia escrita en español. “De ahí que este número para la Revista constituya un capítulo singular de enorme relevancia», concluye.

Fundación Lilly: 20 años #InspirandoCiencia

La Fundación Lilly, que este año celebra su 20º aniversario, tiene como objetivo contribuir al fomento de la ciencia, al impulso de la medicina y a la promoción del humanismo médico. En el área de ciencia, anualmente convoca los Premios de Investigación Biomédica, las Citas con la Ciencia y apoya diversas acciones de divulgación científica. En el de medicina, destacan iniciativas como la Cátedra de Educación Médica, MEDES – MEDicina en ESpañol o su programa de gestión sanitaria. La iniciativa Medicina Centrada en el Paciente, y las actividades, en torno a la figura del médico y humanista español Andrés Laguna o la difusión del legado de William Osler centran el área del humanismo médico.

Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM)

La Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM) es una institución privada sin ánimo de lucro, inspirada en el espíritu liberal y el legado intelectual de sus titulares, así como en la relevancia que ambos tuvieron para la sociedad de su tiempo. Nacida en 2010, como fruto de la fusión de la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón (constituidas en 1978 y 1988 respectivamente), su labor tiene proyección nacional internacional, principalmente en Europa y América. Su actividad se centra en la formación de posgrado, en la investigación y la promoción cultural con un carácter marcadamente interdisciplinar. También cumple una importante labor de think tank convirtiéndose en espacio de encuentro para el debate, el análisis y la difusión del conocimiento siempre desde una perspectiva (etiquetas). Otro de sus objetivos prioritarios es la conservación de los legados y divulgación de la vigencia del pensamiento de sus titulares.

Revista de Occidente

Hoy casi centenaria, la Revista de Occidente fue fundada en 1923 por José Ortega y Gasset para que sirviera de elemento aglutinador y dinamizador de las corrientes de pensamiento y culturales de la época. Casi desde su primera aparición se convertiría en la más influyente y prestigiosa publicación de su género, no solo en nuestro país, sino también en todos los países de habla española. La Revista, que se ha mantenido fiel en lo fundamental al diseño de sus primeros tiempos, sigue siendo, también como en sus orígenes, una publicación de alta divulgación científica y cultural, de carácter abierto y plural, y dedica una atención preferente a las ciencias sociales, las humanidades y la creación literaria y artística, con una mayoría de números monográficos.

En la fotografía, de izquierda a derecha: Antonio Calvo Roy, Fernando R. Lafuente, Carmen Noguero, Elea Giménez, Lucía Sala Silveira, Francisco Javier Puerto y José Antonio Sacristán.

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