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Homenaje a la figura de María de Maeztu en el Día Internacional de la Mujer

Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la Fundación Ortega-Marañón y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) han presentado la moneda que conmemora el 75 aniversario del fallecimiento de María de Maeztu, un referente excepcional en el impulso de la igualdad y el acceso de las mujeres a la educación superior, que lideró entre 1915 y 1936 el proyecto de la Residencia de Señoritas, actual sede de la Fundación Ortega-Marañón. Este acto ha estado presidido por la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, acompañada por la directora de la FNMT, María Isabel Valldecabres, y el presidente de la Fundación Ortega-Marañón, Gregorio Marañón. 

«María de Maeztu fue una de las más brillantes exponentes de la Edad de Plata de la cultura española. Perteneció a la generación del 14, la de los europeístas, la de los universitarios con sólida formación y preocupación por el análisis racional y, también, por lo estético y lo social». Con estas palabras iniciaba el acto el presidente de la Fundación. María de Maeztu «fue admirada por los líderes intelectuales de aquel momento, Ortega, Marañón, Azaña o Gómez de la Serna, entre otros, que frecuentaban la Residencia de Señoritas». También fue la directora del Instituto-Escuela, conocida por el nombre de «semillero de talentos». Entre sus alumnas estuvieron Soledad Ortega y Carmen Marañón, amigas y primeras españolas licenciadas en filosofía y letras y, respectivamente, fundadoras de la Fundación Ortega y la Fundación Marañón.

 

 

Para la directora de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, María de Maeztu «constituye la línea de defensa de la igualdad de las mujeres, a través de conocimiento y la educación; es el origen del mejor feminismo español», afirmó durante la presentación de la moneda que conmemora el 75 aniversario del fallecimiento de nuestra pedagoga más universal. Acuñada por la Real Casa de la Moneda y compuesta por 925 milésimas de plata, la moneda presenta una imagen que hace referencia al día en el que María de Maeztu se doctoró. Se emitirán 7.000 unidades destinadas a coleccionistas que podrán adquirirse a través de la web de la FNMT.

 

En su intervención, la vicepresidenta primera del Gobierno de España, Nadia Calviño, señaló que «este acto de conmemoración y celebración hace que sea un momento verdaderamente emocionante para mí». «Este 8 de marzo me parece particularmente emocionante reconocer a todas aquellas mujeres que abrieron el camino, que marcaron el avance en la igualdad de género». En este sentido, destacó que «no podemos desaprovechar el talento femenino» y «sigo creyendo que la educación es el mejor ascensor social y, sin duda, la mejor palanca de progreso». Calviño también hizo referencia a su época de estudiante el Colegio Estudio, en el Instituto Internacional y, posteriormente, en la Institución Libre de Enseñanza. Su paso por la antigua sede de la Residencia de Señoritas, ahora sede la Fundación Ortega-Marañón, cierra un vínculo con la mejor tradición pedagógica española que emana de los institucionistas.

La historiadora Margarita Márquez, comisaria de la muestra que promueve la Fundación Ortega-Marañón con el fin de recuperar el legado de la Residencia de Señoritas, «Motor de Igualdad. La Residencia de Señoritas (1915-1936)», realizó una semblanza que arrancaba con unas palabras escritas por María de Maeztu en 1917: «Soy feminista, me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana». Fue María Maeztu “la mujer mejor preparada de España, y aún podríamos decir en el mundo de su tiempo, para llevar sobre sus hombros la tarea que le fue encomendada: construir un espacio para las mujeres en una sociedad que no contaba con ellas en la esfera pública». Estudió filosofía con Unamuno en la Universidad de Salamanca y con Ortega y Gasset en la Universidad Central de Madrid. Añadió a su currículum el manejo de cuatro idiomas, una formación alemana y las enseñanzas pedagógicas recogidas de las escuelas de Bélgica, Suiza e Inglaterra. Esta formación internacional la hizo a través de pensiones concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por Ramón y Cajal, donde también participaba el pedagogo José Castillejo, uno de los intelectuales más sobresalientes en la Institución Libre de Enseñanza. La formación de Maeztu se inspiraba en las escuelas europeas más punturas, en los grandes intelectuales españoles y en la obra de Giner de los Ríos. A estas fuentes se añadía una cuarta: la inspirada por las sufragistas norteamericanas que reivindicaban a través de la educación la incorporación del 50 por ciento de participación de las mujeres en la vida pública, social y política.

 

Reproducimos en este artículo el texto íntegro de la historiadora Margarita Márquez sobre la figura de María de Maeztu

“Soy feminista, me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana” Esta contundente frase que María de Maeztu pronunció en 1917 tiene hoy, 106 años después plena vigencia y poder.

Fue María de Maeztu la mujer mejor preparada en la España de su tiempo y aun podríamos decir que en el mundo para llevar sobre sus hombros la tarea que le fue encomendada: construir un espacio para las mujeres en una sociedad que no contaba con ellas en la esfera pública y, si lo hacía, no desde la alta instrucción ni desde el ejercicio profesional cualificado.

Para ello esta vitoriana nacida en 1881 se había preparado a conciencia: en casa aprendió tres de los cuatro idiomas en los que escribía y se expresaba fluidamente: en su hogar se combinaban el inglés, el francés y el español. La faceta pedagógica también llevaba raíces familiares pues Doña Jane Whitney, su madre, tuvo que afrontar con la puesta en marcha de una academia para mujeres jóvenes la pérdida del patrimonio familiar en Cuba, su viudedad y cinco hijos que criar en solitario.

María se marchó a estudiar y con el magisterio y sus primeros puestos de maestra combinó la universidad estudiando Filosofía con Unamuno en Salamanca y con Ortega y Gasset en Madrid.

Como su maestro y amigo Ortega, se marchó a Alemania y en Marburgo añadió su 4º idioma y recogió los nuevos aires filosóficos que combinó con las enseñanzas pedagógicas recogidas en Bélgica, Suiza e Inglaterra. Esta formación internacional la hizo a través de pensiones que le concedió la Junta para Ampliación de Estudios e investigaciones científicas, un organismo ministerial creado en 1907 para fomentar la inteligencia española. Presidía la junta Ramón y Cajal y secretario de la misma fue José Castillejo uno de los intelectuales más sobresalientes en gestión de la Institución Libre de Enseñanza.

Con ello se evidenciaba que la formación de María se inspiraba en las escuelas europeas más punteras del momento, en los grandes intelectuales españoles y en la obra de Giner de los Ríos.

A ellos habría que añadir una fuente más de formación, la inspirada por las sufragistas norteamericanas que, a través de la educación pedían la incorporación del 50 % de la población, las mujeres, a la vida pública, social y política. Los contactos con el International Institute for girls in Spain, bostonianas asentadas en Madrid desde 1903, del que fue profesora, no solo fueron beneficiosos para ella, sino también para el devenir de las mujeres de nuestro país.

La residencia de estudiantes, vecinos de esta institución bostoniana se marchó en el verano de 1915 a estrenar sus vanguardistas instalaciones en los altos del hipódromo donde el pequeño Madrid acababa por el norte. Y en los hotelitos vacíos que dejaron los universitarios, nació la oportunidad. Y esta venía de la mano de María de Maeztu. Fue a ella a quien se encargó la dirección de una residencia de educación superior para mujeres dentro del Ministerio de Instrucción Pública. Este espacio que se devino en llamar Residencia de Señoritas creció exponencialmente desde octubre de ese 1915 hasta julio de 1936 teniendo que ampliar de forma constante sus instalaciones. Y entre ellas en la que nos encontramos ahora.

María de Maeztu consiguió combinar en su Residencia el legado institucionista, la regeneración institucional española y los últimos avances pedagógicos asimilados en Europa con las corrientes renovadoras de los Colleges norteamericanos. Este cóctel de modernidad y buen hacer permitió que su obra fuese admirada en todo el mundo. Había conseguido la fórmula perfecta para su laboratorio de nuevas mentes, de mujeres que llegaban con muy poca formación académica y apenas social y que salían con títulos universitarios bajo el brazo y la experiencia de unos años en formación íntegra que les daba alas para un  comportamiento ejemplar y acorde con los tiempos: farmacéuticas, abogadas, médicas, biólogas, pintoras o filólogas empezaron a desempeñarse con gran éxito profesional y a inundar las páginas de los periódicos y semanarios que las retrataban con una mezcla de admiración y perplejidad.

No solo la Residencia. También María se hizo muy conocida y viajó por el mundo para apoyar su obra que quería ser para todas las mujeres. Su emprendimiento le hizo además formar parte de otras muchas instituciones: fue, por ejemplo, integrante del primer comité de la Asociación internacional de Mujeres universitarias, directora del Instituto Escuela, presidenta del Lyceum Club femenino español… y por supuesto ella está detrás de muchas de las mujeres a las que impulsó en sus carreras: Victoria Kent, Clara Campoamor, Josefina Carabias, Maruja Mallo, María Zambrano, María Moliner,…

Dedicó su existencia a la educación y al progreso de las mujeres y dejó sus enseñanzas en varias generaciones de estudiantes que llevaron y llevan como lema auella transformación del viejo dicho: “Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro”

Concluyo esta semblanza con una anécdota de María que tiene hoy mucha trascendencia: en 1919 realizó una gira por los Estados Unidos. Fue aclamada en ese viaje en los mejores campus universitarios, aplaudida en conferencias y ovacionada en los periódicos.

Esa cosecha de éxitos estuvo a punto de empañarse para ella cuando comprobó que en algunos medios se la citaba erróneamente como doctora –ella había hecho los cursos preparatorios para ese grado pero no defendido su tesis–.

Horrorizada, se quejó a Ortega por carta y también a sus colegas estadounidenses. No importa, le debieron decir sus amigas de Smith College, uno de los centros punteros y miembro de la Seven Sister College Conference. -Nosotras remediaremos eso. Porque ya habían pensado en otorgar a María de Maeztu un doctorado Honoris Causa por su centro universitario

No se había tomado esa decisión para solucionar ese malentendido de títulos sino por su impagable labor educativa y protectora de los derechos de las mujeres.

Y, como justicia poética con este hecho se restañaba además una antigua herida: María de Maeztu había anunciado en una entrevista que iba a estudiar derecho tras licenciarse en Filosofía. Como respuesta el Colegio de abogados de Vitoria publicó entonces la noticia de que nunca colegiarían a una mujer. Por ello la rama de conocimiento elegida para este acto solemne no fue el de Filosofía y Letras

Y así la tenemos en la imagen, inmortalizada ahora en la nueva moneda, con el traje de ceremonia académica con el que recibió su Honorary Degree in Law, su doctorado honoris causa en derecho, por Smith College, el 19 de junio de 1919.

 

 

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Homenaje a la figura de María de Maeztu en el Día Internacional de la Mujer

Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la Fundación Ortega-Marañón y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) han presentado la moneda que conmemora el 75 aniversario del fallecimiento de María de Maeztu, un referente excepcional en el impulso de la igualdad y el acceso de las mujeres a la educación superior, que lideró entre 1915 y 1936 el proyecto de la Residencia de Señoritas, actual sede de la Fundación Ortega-Marañón. Este acto ha estado presidido por la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, acompañada por la directora de la FNMT, María Isabel Valldecabres, y el presidente de la Fundación Ortega-Marañón, Gregorio Marañón. 

«María de Maeztu fue una de las más brillantes exponentes de la Edad de Plata de la cultura española. Perteneció a la generación del 14, la de los europeístas, la de los universitarios con sólida formación y preocupación por el análisis racional y, también, por lo estético y lo social». Con estas palabras iniciaba el acto el presidente de la Fundación. María de Maeztu «fue admirada por los líderes intelectuales de aquel momento, Ortega, Marañón, Azaña o Gómez de la Serna, entre otros, que frecuentaban la Residencia de Señoritas». También fue la directora del Instituto-Escuela, conocida por el nombre de «semillero de talentos». Entre sus alumnas estuvieron Soledad Ortega y Carmen Marañón, amigas y primeras españolas licenciadas en filosofía y letras y, respectivamente, fundadoras de la Fundación Ortega y la Fundación Marañón.

 

 

Para la directora de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, María de Maeztu «constituye la línea de defensa de la igualdad de las mujeres, a través de conocimiento y la educación; es el origen del mejor feminismo español», afirmó durante la presentación de la moneda que conmemora el 75 aniversario del fallecimiento de nuestra pedagoga más universal. Acuñada por la Real Casa de la Moneda y compuesta por 925 milésimas de plata, la moneda presenta una imagen que hace referencia al día en el que María de Maeztu se doctoró. Se emitirán 7.000 unidades destinadas a coleccionistas que podrán adquirirse a través de la web de la FNMT.

 

En su intervención, la vicepresidenta primera del Gobierno de España, Nadia Calviño, señaló que «este acto de conmemoración y celebración hace que sea un momento verdaderamente emocionante para mí». «Este 8 de marzo me parece particularmente emocionante reconocer a todas aquellas mujeres que abrieron el camino, que marcaron el avance en la igualdad de género». En este sentido, destacó que «no podemos desaprovechar el talento femenino» y «sigo creyendo que la educación es el mejor ascensor social y, sin duda, la mejor palanca de progreso». Calviño también hizo referencia a su época de estudiante el Colegio Estudio, en el Instituto Internacional y, posteriormente, en la Institución Libre de Enseñanza. Su paso por la antigua sede de la Residencia de Señoritas, ahora sede la Fundación Ortega-Marañón, cierra un vínculo con la mejor tradición pedagógica española que emana de los institucionistas.

La historiadora Margarita Márquez, comisaria de la muestra que promueve la Fundación Ortega-Marañón con el fin de recuperar el legado de la Residencia de Señoritas, «Motor de Igualdad. La Residencia de Señoritas (1915-1936)», realizó una semblanza que arrancaba con unas palabras escritas por María de Maeztu en 1917: «Soy feminista, me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana». Fue María Maeztu “la mujer mejor preparada de España, y aún podríamos decir en el mundo de su tiempo, para llevar sobre sus hombros la tarea que le fue encomendada: construir un espacio para las mujeres en una sociedad que no contaba con ellas en la esfera pública». Estudió filosofía con Unamuno en la Universidad de Salamanca y con Ortega y Gasset en la Universidad Central de Madrid. Añadió a su currículum el manejo de cuatro idiomas, una formación alemana y las enseñanzas pedagógicas recogidas de las escuelas de Bélgica, Suiza e Inglaterra. Esta formación internacional la hizo a través de pensiones concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por Ramón y Cajal, donde también participaba el pedagogo José Castillejo, uno de los intelectuales más sobresalientes en la Institución Libre de Enseñanza. La formación de Maeztu se inspiraba en las escuelas europeas más punturas, en los grandes intelectuales españoles y en la obra de Giner de los Ríos. A estas fuentes se añadía una cuarta: la inspirada por las sufragistas norteamericanas que reivindicaban a través de la educación la incorporación del 50 por ciento de participación de las mujeres en la vida pública, social y política.

 

Reproducimos en este artículo el texto íntegro de la historiadora Margarita Márquez sobre la figura de María de Maeztu

“Soy feminista, me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana” Esta contundente frase que María de Maeztu pronunció en 1917 tiene hoy, 106 años después plena vigencia y poder.

Fue María de Maeztu la mujer mejor preparada en la España de su tiempo y aun podríamos decir que en el mundo para llevar sobre sus hombros la tarea que le fue encomendada: construir un espacio para las mujeres en una sociedad que no contaba con ellas en la esfera pública y, si lo hacía, no desde la alta instrucción ni desde el ejercicio profesional cualificado.

Para ello esta vitoriana nacida en 1881 se había preparado a conciencia: en casa aprendió tres de los cuatro idiomas en los que escribía y se expresaba fluidamente: en su hogar se combinaban el inglés, el francés y el español. La faceta pedagógica también llevaba raíces familiares pues Doña Jane Whitney, su madre, tuvo que afrontar con la puesta en marcha de una academia para mujeres jóvenes la pérdida del patrimonio familiar en Cuba, su viudedad y cinco hijos que criar en solitario.

María se marchó a estudiar y con el magisterio y sus primeros puestos de maestra combinó la universidad estudiando Filosofía con Unamuno en Salamanca y con Ortega y Gasset en Madrid.

Como su maestro y amigo Ortega, se marchó a Alemania y en Marburgo añadió su 4º idioma y recogió los nuevos aires filosóficos que combinó con las enseñanzas pedagógicas recogidas en Bélgica, Suiza e Inglaterra. Esta formación internacional la hizo a través de pensiones que le concedió la Junta para Ampliación de Estudios e investigaciones científicas, un organismo ministerial creado en 1907 para fomentar la inteligencia española. Presidía la junta Ramón y Cajal y secretario de la misma fue José Castillejo uno de los intelectuales más sobresalientes en gestión de la Institución Libre de Enseñanza.

Con ello se evidenciaba que la formación de María se inspiraba en las escuelas europeas más punteras del momento, en los grandes intelectuales españoles y en la obra de Giner de los Ríos.

A ellos habría que añadir una fuente más de formación, la inspirada por las sufragistas norteamericanas que, a través de la educación pedían la incorporación del 50 % de la población, las mujeres, a la vida pública, social y política. Los contactos con el International Institute for girls in Spain, bostonianas asentadas en Madrid desde 1903, del que fue profesora, no solo fueron beneficiosos para ella, sino también para el devenir de las mujeres de nuestro país.

La residencia de estudiantes, vecinos de esta institución bostoniana se marchó en el verano de 1915 a estrenar sus vanguardistas instalaciones en los altos del hipódromo donde el pequeño Madrid acababa por el norte. Y en los hotelitos vacíos que dejaron los universitarios, nació la oportunidad. Y esta venía de la mano de María de Maeztu. Fue a ella a quien se encargó la dirección de una residencia de educación superior para mujeres dentro del Ministerio de Instrucción Pública. Este espacio que se devino en llamar Residencia de Señoritas creció exponencialmente desde octubre de ese 1915 hasta julio de 1936 teniendo que ampliar de forma constante sus instalaciones. Y entre ellas en la que nos encontramos ahora.

María de Maeztu consiguió combinar en su Residencia el legado institucionista, la regeneración institucional española y los últimos avances pedagógicos asimilados en Europa con las corrientes renovadoras de los Colleges norteamericanos. Este cóctel de modernidad y buen hacer permitió que su obra fuese admirada en todo el mundo. Había conseguido la fórmula perfecta para su laboratorio de nuevas mentes, de mujeres que llegaban con muy poca formación académica y apenas social y que salían con títulos universitarios bajo el brazo y la experiencia de unos años en formación íntegra que les daba alas para un  comportamiento ejemplar y acorde con los tiempos: farmacéuticas, abogadas, médicas, biólogas, pintoras o filólogas empezaron a desempeñarse con gran éxito profesional y a inundar las páginas de los periódicos y semanarios que las retrataban con una mezcla de admiración y perplejidad.

No solo la Residencia. También María se hizo muy conocida y viajó por el mundo para apoyar su obra que quería ser para todas las mujeres. Su emprendimiento le hizo además formar parte de otras muchas instituciones: fue, por ejemplo, integrante del primer comité de la Asociación internacional de Mujeres universitarias, directora del Instituto Escuela, presidenta del Lyceum Club femenino español… y por supuesto ella está detrás de muchas de las mujeres a las que impulsó en sus carreras: Victoria Kent, Clara Campoamor, Josefina Carabias, Maruja Mallo, María Zambrano, María Moliner,…

Dedicó su existencia a la educación y al progreso de las mujeres y dejó sus enseñanzas en varias generaciones de estudiantes que llevaron y llevan como lema auella transformación del viejo dicho: “Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro”

Concluyo esta semblanza con una anécdota de María que tiene hoy mucha trascendencia: en 1919 realizó una gira por los Estados Unidos. Fue aclamada en ese viaje en los mejores campus universitarios, aplaudida en conferencias y ovacionada en los periódicos.

Esa cosecha de éxitos estuvo a punto de empañarse para ella cuando comprobó que en algunos medios se la citaba erróneamente como doctora –ella había hecho los cursos preparatorios para ese grado pero no defendido su tesis–.

Horrorizada, se quejó a Ortega por carta y también a sus colegas estadounidenses. No importa, le debieron decir sus amigas de Smith College, uno de los centros punteros y miembro de la Seven Sister College Conference. -Nosotras remediaremos eso. Porque ya habían pensado en otorgar a María de Maeztu un doctorado Honoris Causa por su centro universitario

No se había tomado esa decisión para solucionar ese malentendido de títulos sino por su impagable labor educativa y protectora de los derechos de las mujeres.

Y, como justicia poética con este hecho se restañaba además una antigua herida: María de Maeztu había anunciado en una entrevista que iba a estudiar derecho tras licenciarse en Filosofía. Como respuesta el Colegio de abogados de Vitoria publicó entonces la noticia de que nunca colegiarían a una mujer. Por ello la rama de conocimiento elegida para este acto solemne no fue el de Filosofía y Letras

Y así la tenemos en la imagen, inmortalizada ahora en la nueva moneda, con el traje de ceremonia académica con el que recibió su Honorary Degree in Law, su doctorado honoris causa en derecho, por Smith College, el 19 de junio de 1919.

 

 

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