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El Instituto Universitario inicia su curso académico con la lección magistral de Manuel Villoria: «Inteligencia artificial y derechos humanos»

El Instituto Universitario de Investigación Ortega-Marañón (IUIOM) celebró este martes el acto de apertura del curso académico 2025-2026, en una ceremonia que, como es tradición, incluyó una lección inaugural a cargo de una figura destacada del ámbito académico y social. En esta ocasión, la conferencia fue impartida por Manuel Villoria Mendieta, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y actual presidente de la Autoridad Independiente de Protección al Informante.

El acto contó también con la intervención del rector magnífico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), Carlos Andradas, y la participación de autoridades académicas, miembros del Patronato, profesorado y estudiantes, en un encuentro que reafirmó la vocación universitaria e interinstitucional del Instituto.

En su discurso, el presidente de la Fundación Ortega-Marañón, Gregorio Marañón, subrayó la relevancia del Instituto como espacio singular de investigación y formación interuniversitaria, apoyado por la Comunidad de Madrid, los ministerios de Ciencia e Innovación y de Asuntos Exteriores, y la Universidad Complutense de Madrid. Destacó, además, la alianza académica con la UIMP y la dedicación de un claustro docente comprometido con situar al estudiante “en el centro de la acción universitaria”. Marañón reafirmó la vocación de excelencia, internacionalización y compromiso cultural del Instituto, evocando la herencia de José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y María de Maeztu, y recordando el papel histórico de la institución en la defensa de la educación, el pensamiento crítico y la igualdad de oportunidades.

Por su parte, el rector Andradas agradeció la invitación a participar en el acto y la alianza estratégica entre ambas instituciones. “Quiero expresar mi agradecimiento por vuestra colaboración y vuestro apoyo a la universidad pública. La educación superior es más necesaria que nunca en un momento en que se cuestiona la labor de la universidad”, afirmó.

La directora general de la Fundación, Lucía Sala, presentó a continuación el extenso y prestigioso currículum del conferenciante, subrayando su excelencia académica y su compromiso con la investigación pública: “No se puede entender la historia de esta casa sin su persona”, destacó.

Inteligencia artificial y derechos humanos

En su lección inaugural, Manuel Villoria advirtió de que la expansión de la inteligencia artificial (IA) plantea un reto moral sin precedentes: cómo garantizar que la búsqueda de eficiencia tecnológica no erosione los derechos humanos ni la autonomía de las personas. Su ponencia, titulada Derechos humanos e inteligencia artificial, analizó la tensión entre la lógica algorítmica y los valores que sustentan las democracias liberales. “Aceptar que el desarrollo tecnológico debe pasar por encima de los derechos humanos solo es posible desde un nihilismo suicida”, afirmó.

Durante décadas, la IA y los derechos humanos siguieron caminos paralelos. Hoy, sin embargo, convergen en un terreno donde la eficacia y la precisión conviven con la opacidad y el riesgo. Villoria alertó de que las decisiones automatizadas —desde diagnósticos médicos hasta la concesión de ayudas o excarcelaciones— ya inciden en la vida cotidiana, y que su uso sin control ético puede derivar en “resoluciones eficientes pero autoritarias”.

El académico describió la IA como una herramienta “de eficacia innegable”, pero incapaz de comprender las dimensiones morales de sus actos. Si se entrena desde un enfoque utilitarista, tenderá a sacrificar derechos individuales en favor del “mayor bien para el mayor número”. Su ejemplo fue tan gráfico como inquietante: un sistema sanitario que decide sacrificar a un paciente sano para salvar a cinco mediante trasplantes. “El cálculo sería perfecto —dijo—, pero destruye el fundamento de la dignidad humana: tratar al ser humano como un medio, no como un fin.”

Transparencia y ética frente a la automatización

Para Villoria, la transparencia debe ser la primera línea de defensa frente a los riesgos de la IA. Propuso prohibir desarrollos de alto riesgo y exigir que las instituciones hagan públicos los criterios, objetivos y resultados de los algoritmos. “Sin transparencia algorítmica no hay rendición de cuentas, y sin rendición de cuentas no hay democracia”, recalcó.

No obstante, advirtió que el debate va más allá de la regulación técnica: es también una cuestión moral y filosófica. “¿Bajo qué principios se entrena la máquina?”, planteó. La mayoría de los sistemas actuales responden a una lógica de utilidad y eficiencia, herencia del pensamiento económico. Frente a ello, Villoria defendió una fundamentación deontológica, inspirada en Kant, donde la autonomía y la dignidad humanas sean irrenunciables. “Si dejamos que la IA decida qué valores priorizar, estaremos renunciando a nuestra libertad moral y política.”

El profesor instó a crear contrapoderes sociales y marcos públicos de incentivos que orienten la innovación hacia el bien común, y no hacia el beneficio privado. “Debemos recuperar la narrativa humanista frente al tecno-optimismo de las grandes plataformas”, afirmó.

Hibridación inteligente: un nuevo pacto entre humanos y máquinas

Villoria concluyó apelando a un modelo de hibridación inteligente entre personas y tecnología: una IA que complemente las limitaciones humanas sin sustituirlas, y unos ciudadanos capaces de usar la técnica sin perder su autonomía. “Perderemos eficiencia —admitió—, pero seguiremos construyendo autónomamente nuestro proyecto vital. Y eso, en última instancia, es lo que nos hace humanos.” Citando a Ortega y Gasset, cerró con una reflexión que sintetiza el espíritu del acto: “Solo donde la inteligencia funciona al servicio de una imaginación creadora de proyectos vitales, puede constituirse la verdadera capacidad técnica.”

El desafío, concluyó, no consiste en frenar la innovación, sino en orientarla hacia la dignidad y la libertad humanas. Solo así, dijo, la inteligencia artificial podrá ser una aliada del progreso y no una amenaza para nuestra condición de seres morales y autónomos.

Para concluir el acto, el presidente y la directora general de la Fundación Ortega-Marañón entregaron a Manuel Villoria un emblema de la institución: una lechuza, símbolo de la sabiduría y signo distintivo de la identidad de la Fundación.

Momentos de la entrega a Manuel Villoria del emblema de la Fundación.

ACCESO AL VIDEO

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El Instituto Universitario inicia su curso académico con la lección magistral de Manuel Villoria: «Inteligencia artificial y derechos humanos»

El Instituto Universitario de Investigación Ortega-Marañón (IUIOM) celebró este martes el acto de apertura del curso académico 2025-2026, en una ceremonia que, como es tradición, incluyó una lección inaugural a cargo de una figura destacada del ámbito académico y social. En esta ocasión, la conferencia fue impartida por Manuel Villoria Mendieta, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y actual presidente de la Autoridad Independiente de Protección al Informante.

El acto contó también con la intervención del rector magnífico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), Carlos Andradas, y la participación de autoridades académicas, miembros del Patronato, profesorado y estudiantes, en un encuentro que reafirmó la vocación universitaria e interinstitucional del Instituto.

En su discurso, el presidente de la Fundación Ortega-Marañón, Gregorio Marañón, subrayó la relevancia del Instituto como espacio singular de investigación y formación interuniversitaria, apoyado por la Comunidad de Madrid, los ministerios de Ciencia e Innovación y de Asuntos Exteriores, y la Universidad Complutense de Madrid. Destacó, además, la alianza académica con la UIMP y la dedicación de un claustro docente comprometido con situar al estudiante “en el centro de la acción universitaria”. Marañón reafirmó la vocación de excelencia, internacionalización y compromiso cultural del Instituto, evocando la herencia de José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y María de Maeztu, y recordando el papel histórico de la institución en la defensa de la educación, el pensamiento crítico y la igualdad de oportunidades.

Por su parte, el rector Andradas agradeció la invitación a participar en el acto y la alianza estratégica entre ambas instituciones. “Quiero expresar mi agradecimiento por vuestra colaboración y vuestro apoyo a la universidad pública. La educación superior es más necesaria que nunca en un momento en que se cuestiona la labor de la universidad”, afirmó.

La directora general de la Fundación, Lucía Sala, presentó a continuación el extenso y prestigioso currículum del conferenciante, subrayando su excelencia académica y su compromiso con la investigación pública: “No se puede entender la historia de esta casa sin su persona”, destacó.

Inteligencia artificial y derechos humanos

En su lección inaugural, Manuel Villoria advirtió de que la expansión de la inteligencia artificial (IA) plantea un reto moral sin precedentes: cómo garantizar que la búsqueda de eficiencia tecnológica no erosione los derechos humanos ni la autonomía de las personas. Su ponencia, titulada Derechos humanos e inteligencia artificial, analizó la tensión entre la lógica algorítmica y los valores que sustentan las democracias liberales. “Aceptar que el desarrollo tecnológico debe pasar por encima de los derechos humanos solo es posible desde un nihilismo suicida”, afirmó.

Durante décadas, la IA y los derechos humanos siguieron caminos paralelos. Hoy, sin embargo, convergen en un terreno donde la eficacia y la precisión conviven con la opacidad y el riesgo. Villoria alertó de que las decisiones automatizadas —desde diagnósticos médicos hasta la concesión de ayudas o excarcelaciones— ya inciden en la vida cotidiana, y que su uso sin control ético puede derivar en “resoluciones eficientes pero autoritarias”.

El académico describió la IA como una herramienta “de eficacia innegable”, pero incapaz de comprender las dimensiones morales de sus actos. Si se entrena desde un enfoque utilitarista, tenderá a sacrificar derechos individuales en favor del “mayor bien para el mayor número”. Su ejemplo fue tan gráfico como inquietante: un sistema sanitario que decide sacrificar a un paciente sano para salvar a cinco mediante trasplantes. “El cálculo sería perfecto —dijo—, pero destruye el fundamento de la dignidad humana: tratar al ser humano como un medio, no como un fin.”

Transparencia y ética frente a la automatización

Para Villoria, la transparencia debe ser la primera línea de defensa frente a los riesgos de la IA. Propuso prohibir desarrollos de alto riesgo y exigir que las instituciones hagan públicos los criterios, objetivos y resultados de los algoritmos. “Sin transparencia algorítmica no hay rendición de cuentas, y sin rendición de cuentas no hay democracia”, recalcó.

No obstante, advirtió que el debate va más allá de la regulación técnica: es también una cuestión moral y filosófica. “¿Bajo qué principios se entrena la máquina?”, planteó. La mayoría de los sistemas actuales responden a una lógica de utilidad y eficiencia, herencia del pensamiento económico. Frente a ello, Villoria defendió una fundamentación deontológica, inspirada en Kant, donde la autonomía y la dignidad humanas sean irrenunciables. “Si dejamos que la IA decida qué valores priorizar, estaremos renunciando a nuestra libertad moral y política.”

El profesor instó a crear contrapoderes sociales y marcos públicos de incentivos que orienten la innovación hacia el bien común, y no hacia el beneficio privado. “Debemos recuperar la narrativa humanista frente al tecno-optimismo de las grandes plataformas”, afirmó.

Hibridación inteligente: un nuevo pacto entre humanos y máquinas

Villoria concluyó apelando a un modelo de hibridación inteligente entre personas y tecnología: una IA que complemente las limitaciones humanas sin sustituirlas, y unos ciudadanos capaces de usar la técnica sin perder su autonomía. “Perderemos eficiencia —admitió—, pero seguiremos construyendo autónomamente nuestro proyecto vital. Y eso, en última instancia, es lo que nos hace humanos.” Citando a Ortega y Gasset, cerró con una reflexión que sintetiza el espíritu del acto: “Solo donde la inteligencia funciona al servicio de una imaginación creadora de proyectos vitales, puede constituirse la verdadera capacidad técnica.”

El desafío, concluyó, no consiste en frenar la innovación, sino en orientarla hacia la dignidad y la libertad humanas. Solo así, dijo, la inteligencia artificial podrá ser una aliada del progreso y no una amenaza para nuestra condición de seres morales y autónomos.

Para concluir el acto, el presidente y la directora general de la Fundación Ortega-Marañón entregaron a Manuel Villoria un emblema de la institución: una lechuza, símbolo de la sabiduría y signo distintivo de la identidad de la Fundación.

Momentos de la entrega a Manuel Villoria del emblema de la Fundación.

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